DE GAJO

Cuando unos y otros, sin tomarse el tiempo de estudiar ni aprender, desparraman odio disfrazado de convicciones o de “principios”, poblando surcos de agresiones, estereotipos e insultos apenas disimulados, ya no me asombra que se reproduzca inmediata y masivamente.
Por Luis Crespo
NAC&POP
17/06/2021
Mi viejo nos había dado a elegir, a mis hermanos y a mí, unos pequeños espacios donde poder plantar lo que quisiéramos.
Les dábamos forma de almácigos, en los que cultivábamos rabanitos, frutillas y hasta algunos tubérculos, o bien armábamos unos lindos canteros en los que hacíamos florecer conejitos, pensamientos, caléndulas, lirios y muchas variedades más.
Durante los días hábiles de la semana, en nuestra vida urbana, Papá pasaba por un negocio en Diagonal Norte y nos traía sobres con semillas de muchas plantas, ilustradas a todo color en la envoltura de cada uno.
Y… elegíamos.
¡Con cuántas ganas esperábamos los fines de semana y los feriados para ir a cuidar nuestras obras botánicas!
Aparte de trepar árboles, cazar ranas, remontar barriletes, hacer las compras a caballo, explorar sitios remotos en bicicleta, etc etc
Nuestros cultivos requerían muchos cuidados y una gran paciencia.
Desde cada semillita que hacíamos desaparecer, a cierta profundidad, en la tierra negra, hasta que una minúscula señal verde nos hacía recobrar la confianza en el resultado esperado, cursábamos muchos estados de ánimo y cumplíamos minuciosas tareas de riego, eliminación de yuyos indeseables y obsesiva observación.
En medio de aquellos desvelos me sorprendí cuando, en la quinta de un vecino, ponderé una pintoresca planta y el hombre, desprendiendo, delicadamente, una ramita, me dijo “-Tomá, plantátela en tu casa”.
Incrédulo y asombrado lo indagué y ME indagué ¿cómo era que no había que pasar por el proceso de la semilla, su germinación y espera?
¡sobre todo, espera!
Y él me respondió “-No. Plantala así, esta … prende de gajo.”
Entonces, tan chico como era, aprendí esa diferencia.
Ahora, tantas décadas después, la sigo viendo.
Habiéndome dedicado a las cosas que me dediqué y habiendo experimentado y participado en lo que me tocó, conozco la paciencia, la observación, los cuidados que hacen falta para que algunos aprendan, descubran, averigüen, entiendan, acepten, concilien y, de un modo u otro, crezcan y construyan.
Sin embargo, cuando otros, sin tomarse el tiempo de estudiar ni aprender, desparraman odio disfrazado de convicciones o de “principios” o de cualquier falacia, poblando sus estériles surcos de agresiones, estereotipos e insultos apenas disimulados, ya no me asombra que tal perversión se reproduzca inmediata y masivamente.
Contra eso, la lucha del conocimiento y de la sensatez es desigual…
EL ODIO … PRENDE DE GAJO.