BOLIVAR INGRESABA AL COMANDO CELESTIAL DE LAS AMERICAS

Tenía tan sólo 47 años y se llevó a la tumba el sentimiento de haber fracasado en su intento de crear los Estados Unidos de América Latina: «He sembrado en el viento y arado en el mar».
BOLIVAR INGRESA AL COMANDO CELESTIAL DE LAS AMERICAS
Por Miguel Landro Lamoureaux
NAC&POP
20/12/2008
El 17 diciembre de 1830, a la una y siete minutos de la tarde, en San Pedro Alejandrino, una hacienda cercana a Santa Marta, en marcha hacia el exilio, perseguido, abatido, abandonado, en bancarrota, -viejo, enfermo, cansado, desengañado, hostigado, calumniado y mal pagado- (como él mismo escribiría días antes), murió el inmenso Libertador Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar, ‘Héroe de Suramérica, fundador y padre de 5 Repúblicas, guerrero, magistrado y ciudadano, siempre grande, siempre noble, siempre generoso.’
(Cnel. J. J. Conde –Maracaibo, Julio 1838)
Tenía tan sólo 47 años y se llevó a la tumba el sentimiento de haber fracasado en su intento de crear los Estados Unidos de América Latina: «He sembrado en el viento y arado en el mar».
Triste epitafio para un civil que organizó un ejército rebelde multinacional -integrado por colombianos, argentinos, chilenos, peruanos y voluntarios europeos- y derrotó al imperio español en América del Sur.
Terrible final para un político que fue presidente de seis países: la Gran Colombia, que incluía a Colombia, Venezuela, Ecuador y lo que hoy es Panamá (1819-30); Perú (1824-26) y Bolivia (1825-26).
-Yo deseo más que otro alguno, ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza, que por su libertad y gloria.
Simón Bolívar
Última Proclama del Libertador
A los pueblos de la Gran Colombia Colombianos:
Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía.
He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad.
Me separé del mando que desconfiabais de mi desprendimiento.
Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad.
He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro.
Yo los perdono.
Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos.
No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia.
Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales.
¡Colombianos!
Mis últimos votos son por la felicidad de la patria.
Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.
Hacienda de San Pedro, en Santa Marta, Colombia a 10 de diciembre de 1830. 20ºº