LA IZQUIERDA EN BUSCA DE IDENTIDAD
Carlos Mamonde, filósofo argentino residente en Madrid, profesor de la Universidad Ortega y Gasset y ex preso del Proceso, realiza un minucioso análisis sobre los avatares de la izquierda actual.
Aguda critica sobre la izquierda actual
LA IZQUIERDA EN BUSCA DE IDENTIDAD
El filósofo argentino residente en Madrid, profesor de la Universidad Ortega y Gasset y ex preso del Proceso, realiza un minucioso análisis sobre los avatares de la izquierda actual, desnudando su relación con el actual mundo que nos dejó el neoliberalismo de los 90.
Por Carlos Mamonde
Ya no se piensa demasiado en el mundo sobre el porvenir de la izquierda, más o menos desintegrada por el impacto del brutal neocolonialismo de los conservadores imperiales y los gerentes transnacionales, por ello no deja de ser una pequeña buena noticia el que en Italia –país de larguísima tradición de pensamiento progresista- hayan comenzado tímidos balbuceos por argüir algunos pensamientos básicos para volver al centro del debate mundial el sentido último que tiene para la civilización el tenebrosos tiempo que vivimos.
Es una tarea difícil, porque las perversas tentaciones militaristas de la ultraizquierda de la segunda mitad del siglo XX ( guerrillas improvisadas –y cegadas en sangre por la ultraderecha militar- “propaganda armada”, “lucha contínua” y otras fantasmagorías…dejaron al pensamiento arrumbado detrás de la ira de los “hombres de acción”).
Entre estos “balbuceos” merecen citarse recientes debates y publicaciones en universidades y foros de los residuales sindicatos italianos; especialmente en torno al movimiento “NonLavoro”.
El tiempo del silencio teórico ha sido y sigue siendo clamoroso, acaso sólo cabe hoy una descripción de los problemas sobre los importantes cambios sociales en curso (el tránsito a una durísima concentración del capitalismo global) por ello es necesario empezar a pensar modelos de explicación general que vayan más allá de la autocompasión en certificar la derrota general del pensamiento progresista de fondo.
Todo análisis debe pasar por racionalizar fenómenos como la precarización contractual, la externalización sistemática de las funciones de la empresa, la desregulación, las deslocalizaciones medidas que obedecen a un principio de gestión capitalista ya formulado por el teórico mercantil Ronald Coase en los años ‘30 y triunfalmente aplicado desde los años 70: el principio de superabaratamiento de los costes de producción.
Conforme a este principio básico del orden neoliberal, la empresa tal y como la conocemos existe como ámbito de producción en la medida en que resulte más rentable producir dentro de ella toda una serie de productos en lugar de comprarlos fuera. Y si se los compra, hacerlos en sitios deslocalizados donde el trabajo no vale ya casi ni como mano de obra esclava.
En la actualidad, estos costos empresariales se han ido reduciendo de manera vertiginosa, debido a la desregulación –privatización forzosa-de los mercados interiores e internacionales de mercancías y capitales, a la revolución de las telecomunicaciones y de los transportes etc., lo que ha conducido a una externalización progresiva de la producción fuera de las empresas y una transformación de la sociedad entera en fábrica.
Transformación que no conoce fronteras y convierte en sistema de producción / explotación al conjunto del planeta.
Cuando los costes tienden a cero, la razón socioeconómica clásica de ser de la empresa desaparece y el capital se desvincula de toda relación directa con la producción desplazándose en un territorio indefinido y amoral en busca de su máxima valorización.
Naturalmente, este fenómeno que llamamos globalización, que ya conocíamos como “mercado mundial”, tiene importantísimas consecuencias en el plano político y pone en cuestión la pervivencia misma de los “estados nación” que enmarcaron la acumulación capitalista de inicios del siglo XX, basada en la aceptación de la disciplina de fábrica a cambio de garantías sociales con respaldo estatal.
Se está formando ante nuestros ojos una nueva soberanía política de dimensión planetaria, que denominan Imperio, única instancia de poder capaz de intentar controlar a la nueva figura desterritorializada singular y colectiva del trabajador: la multitud.
Porque ya no existe la masa trabajadora, viejo concepto izquierdista, sino la deconstruída “multitud”.
Multitud e Imperio se oponen –piensan los estudiosos italianos- pero no hay que olvidar que el Imperio está edificado sobre el éxodo y la atomización del trabajador integrado (sindicalizado) transformado en trabajador social, precario.
El Imperio es, por lo tanto, un logro y un avance de civilización en la medida en que supone el fin de la centralidad política del Estado nación, con sus aparatos disciplinarios y represivos y sus guerras imperialistas, aunque también supone la liquidación del Estado del bienestar y de la representación democrática.
Nos encontramos por lo tanto ante un replanteamiento global de las estrategias, hasta ahora centradas en el Estado nación.
De lo que se trata es de oponerse dentro del nuevo marco mundial que la brutalidad propietaria en la clásica lucha de clases ha terminado por imponer, por una transformación democrática del Imperio en República.
Huelga decir que este Imperio no es el imperialismo, ni siquiera el de los Estados Unidos por mucho que sean el más poderoso estado nación de la historia.
Ningún estado nación es asociado a la nueva figura del trabajador: su precariedad, su proteico capacidad de reciclaje a presión y a escala planetaria. Características todas ellas que hacen imposible su inscripción en un pueblo y sólo son conmensurables con lo que excede toda medida, lo que es siempre ya múltiple e irreductible a la unidad: la multitud.
Este tipo de teoría de explicación -de los trabajadores italianos- de la nueva fase del capitalismo en que nos encontramos es a la vez estimulante y discutible, pero presenta una ambigüedad que la hace prácticamente inútil, peligrosa, a la hora de definir una posición política: idea de “multitud” describe bien, pero no es un sujeto político coherente.
Ello tiene la ventaja de liberar al pensamiento político de izquierda de las viejas metáforas guerreras dentro de las cuales se ha venido representando la lucha de clases, pero también el inconveniente de prestarse a tentaciones universalistas más o menos ingenuas de apaciguamiento.
Esta última versión del análisis histórico-ideológico forzado por la nueva derecha, se refleja en el reciente ensayo de Hardt y Negri titulado precisamente “Imperio”.
Da la impresión tras la lectura de ”Imperio” de que la única perspectiva abierta sea la de seguir la dinámica dominante de recomposición capitalista a nivel mundial entendiéndola como –aunque parezca chocante- ¡una fase inédita del intemporal paradigma del “comunismo”!.
Algo parecido a lo que hacían los rutinarios pensadores leninistas cuando pensaban que el mismo desarrollo y éxito de las fuerzas productivas acabaría -paradójicamente- con el capitalismo.
Hardt y Negri, siguen al menos lúcido Marx y piensan que el mercado mundial liquidará a todas las fuerzas reaccionarias.
Creen que se abre así una posible alianza (táctica) entre las “multitudes” deslocalizadas y el liberalismo frente a las fuerzas reaccionarias del neoconservadurismo.
Occidente (menos USA) sería el terreno en que hoy, tras la oposición a la guerra en Iraq, esta alianza tendría visos de concretarse.
Como podemos ver, acucia con urgencia la necesidad de repensar un nuevo sentido en el mundo para la izquierda, pero parece imposible salirse de sus viejos principios “sacralizados”.
Está emergiendo una nueva voluntad de pensar, pero todavía con muy malas lecturas de lo ya pensado por un marxismo que necesita mucha mayor autocrítica.
CM/